Al descubrimiento de la historia de Don Bosco

Don Bosco sigue interesando a mucha gente en muchos países, pasado más de un siglo de su muerte. Se le considera una figura importante, también fuera del ambiente salesiano. Aunque han disminuido necesariamente las amplificaciones que rodearon su figura durante muchas décadas y que impresionaron a la imaginación colectiva, Don Bosco sigue siendo todavía un personaje de notable talla y de alto agrado. Una larga secuencia de papas y cardenales, obispos y  sacerdotes, estudiosos católicos y no católicos, políticos de diferentes orientaciones en Italia, en Europa y en el mundo,
lo ha reconocido y lo reconoce como portador de un mensaje moderno, profético, históricamente condicionado pero abierto a muchas proyecciones actuales, virtualmente disponible en los espacios y tiempos más abiertos.

El centenario de su muerte, el 150° aniversario de la fundación de la Congregación salesiana, ahora la preparación al bicentenario de su nacimiento, y otras ocasiones especiales, han favorecido una férvida producción de libros y escritos periodísticos. Junto a estudios e investigaciones de alto nivel científico, han aparecido también otros más modestos, que han prestado el flanco a reservas interpretativas con motivo de infundadas premisas críticas y de insuficientes análisis históricos por parte de otros.

La de Don Bosco es, en efecto, una figura a plena pantalla, no reconducible a simples fórmulas o a títulos periodísticos; es una personalidad compleja, hecha de realidades a un tiempo ordinarias y excepcionales, de proyectos concretos, ideales e hipotéticos, de un estilo cotidiano de vida y acción, de relaciones especiales con lo sobrenatural. Una figura así no puede comprenderse adecuadamente más que en su condición poliédrica y pluridimensional; en caso contrario la presentación de uno o de algunos aspectos, tomados a veces consciente o inconscientemente por un perfil completo, corre el riesgo de falsear su fisonomía.

Podemos quedar perplejos a veces ante obras en las que la apologética y la descripción oleográfica de Don Bosco tienen un espacio excesivo, en las que la exaltación de su figura se impone sobre la verdad del personaje, a lo mejor reducido a estereotipos a los que Don Bosco no puede reducirse casi nunca. Esto vale particularmente en este momento histórico, en el que se están multiplicando las vidas de los santos escritas con nueva criteriología; un nuevo tipo de hagiografía, en efecto, ha adquirido actualmente vigor, basándose en interpretaciones históricas fundamentadas y en una lectura teológica renovada de la experiencia espiritual de los santos. Por eso hago votos para que se prepare una moderna “hagiografía” de Don Bosco; al mismo tiempo que se debe basar en recientes estudios históricos, está llamada a despertar el amor hacia él, la imitación de su vida, el deseo de hacer su mismo camino espiritual; el mismo augurio vale para una nueva hagiografía dirigida a los jóvenes.