Comentario del Aguinaldo 2012

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DIREZIONE GENERALE OPERE DON BOSCO
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El Rector Mayor


Comentario del Aguinaldo 2012


«Yo soy el buen pastor.
El buen pastor da la vida por sus ovejas» (Jn 10,11)





Queridos Hermanos
Hijas de María Auxiliadora
Miembros todos de la Familia Salesiana
Jóvenes

Hemos comenzado hace poco el trienio de preparación al Bicentenario del Nacimiento de Don Bosco. Este primer año nos ofrece la oportunidad de acercarnos más a él para conocerlo de cerca y mejor. Si no conocemos a Don Bosco y no lo estudiamos, no podemos comprender su camino espiritual y sus opciones pastorales; no podemos amarlo, imitarlo e invocarlo; especialmente nos será difícil inculturar hoy su carisma en los diversos contextos y en las diferentes situaciones. Sólo reforzando nuestra identidad carismática, podremos ofrecer a la Iglesia y a la Sociedad un servicio a los jóvenes significativo y relevante. Nuestra identidad encuentra su referencia inmediata en el rostro de Don Bosco; en él la identidad se hace creíble y visible. Por eso el primer paso que estamos invitados a dar en el trienio de preparación es precisamente el conocimiento de la historia de Don Bosco.

1.     Conocimiento de Don Bosco y compromiso por los jóvenes

Estamos invitados a estudiar a Don Bosco y, a través de la aventura de su vida, a conocerlo como educador y pastor, fundador, guía y legislador. Se trata de un conocimiento que conduce al amor, a la imitación y a la invocación.


Para nosotros, miembros de la Familia salesiana, su figura debe ser lo que San Francisco de Asís ha sido y sigue siendo para los Franciscanos o San Ignacio de Loyola para los  Jesuitas, es decir, el fundador, el maestro de espíritu, el modelo de educación y evangelización, sobre todo el iniciador de un movimiento de resonancia mundial, capaz de proponer a la atención de la Iglesia y de la Sociedad, con una formidable fuerza de choque, las necesidades de los jóvenes, su condición y su futuro. ¿Pero cómo hacerlo sin volvernos a la historia, que no es la guardiana de un pasado ya perdido, sino de una memoria viva que está dentro de nosotros y nos interpela en función de actualidad?


El acercamiento a Don Bosco, hecho con los métodos propios de la investigación histórica, nos lleva a comprender mejor y a medir su grandeza humana y cristiana, su genialidad práctica, sus dotes educativas, su espiritualidad, su obra, comprensibles sólo si están profundamente enraizadas en la historia de la Sociedad en la que vivió. Al mismo tiempo, y también con un conocimiento más profundo de su recorrido histórico, nos hacemos cada vez más conscientes de la intervención providencial de Dios en su vida. En este estudio histórico no hay ningún rechazo apriorístico de las respetabilísimas imágenes de Don Bosco que generaciones de Salesianos, Hijas de María Auxiliadora, Salesianos Cooperadores y miembros de la Familia Salesiana han tenido, es decir, del Don Bosco que ellos han conocido y amado; pero existe y deber seguir existiendo también una presentación y la reinterpretación de una imagen de Don Bosco que sea actual, que hable al mundo de hoy, que utilice un lenguaje renovado.

La imagen de Don Bosco y de su acción debe reconstruirse seriamente, a partir de nuestro horizonte cultural: desde la complejidad de la vida de hoy, desde la globalización, desde la cultura postmoderna, desde las dificultades de la pastoral, desde la disminución de las vocaciones, desde la “puesta en cuestión” de la vida consagrada. Los cambios radicales o de etapa, como los llamaba mi predecesor Don Egidio Viganò, nos obligan a revisar esa imagen y a idearla bajo otra luz, para una fidelidad que no sea repetición de fórmulas y obsequio formal a la tradición. La importancia histórica de Don Bosco debe encontrarse, no sólo en las «obras» y en algunos elementos pedagógicos suyos relativamente originales, sino sobre todo en su percepción, concreta y afectiva, de la importancia universal, teológica y social del problema de la juventud «abandonada», y en su gran capacidad de comunicarla a nutridas columnas de colaboradores, de bienhechores y de admiradores.

Ser fieles a Don Bosco significa conocerlo en su historia y en la historia de su tiempo, hacer nuestras sus inspiraciones, asumir sus motivaciones y opciones. Ser fieles a Don Bosco y a su misión significa cultivar en nosotros un amor constante y fuerte ante los jóvenes, especialmente los más pobres. Ese amor nos lleva a responder a sus necesidades más urgentes y profundas. Como Don Bosco nos sentimos tocados por sus situaciones de dificultad: la pobreza, el trabajo infantil, la explotación sexual, la falta de educación y de formación profesional, la inserción en el mundo del trabajo, la poca confianza en sí mismos, el miedo ante el futuro, la pérdida del sentido de la vida.

Con afecto profundo y amor desinteresado tratamos de estar presentes en medio de ellos con discreción y prestigio, ofreciendo propuestas eficaces para su camino, sus opciones de vida y su felicidad presente y futura. En todo esto nos hacemos sus compañeros de camino y guías competentes. Especialmente tratamos de comprender su nuevo modo de ser; muchos de ellos son “digitales innatos” que a través de las nuevas tecnologías buscan experiencias de movilización social, posibilidad de desarrollo intelectual, recursos de progreso económico, comunicación instantánea, oportunidad de protagonismo. También en este campo queremos compartir su vida y sus intereses; animados por el espíritu creativo de Don Bosco, nosotros, los educadores, nos hacemos cercanos como “inmigrados innatos”, ayudándoles a superar el abismo generacional ante sus padres y ante el mundo de los adultos.

Los cuidamos durante todo su camino de crecimiento y maduración, dedicándoles nuestro tiempo y nuestras energías y estando con ellos, en las etapas que van desde la infancia a la juventud. 

Nos ocupamos de ellos cuando situaciones difíciles, como la guerra, el hambre, la falta de perspectivas, los llevan al abandono de la propia casa y familia y se encuentran solos enfrentándose con la vida. 

Nos ocupamos de ellos cuando, después del estudio y la cualificación, buscan ansiosamente una primera ocupación de trabajo y se esfuerzan por entrar en la Sociedad, a veces sin esperanza y perspectivas de éxito.

Nos ocupamos de ellos cuando están construyendo el mundo de sus afectos, su familia, sobre todo acompañando su camino de noviazgo, los primeros años de su matrimonio, el nacimiento de los hijos (cfr. GC26, 98.99.104). 

Nos preocupa especialmente llenar el vacío más profundo de su vida, ayudándolos en la búsqueda de sentido y sobre todo ofreciendo un camino de crecimiento en el conocimiento y en la amistad con el Señor Jesús, en la experiencia de una Iglesia viva, en el compromiso concreto de vivir su vida como una vocación.

Este es, pues, el programa espiritual y pastoral para el año 2012:


Conociendo e imitando a Don Bosco,
hagamos de los jóvenes la misión de nuestra vida

Ya se encuentran en sintonía con este compromiso numerosos grupos de la Familia salesiana, que nos enriquecerá a todos al volver juntos la mirada hacia nuestro querido Padre Don Bosco. Caminemos por tanto cada vez más como Familia.

2.     Al descubrimiento de la historia de Don Bosco

Don Bosco sigue interesando a mucha gente en muchos países, pasado más de un siglo de su muerte. Se le considera una figura importante, también fuera del ambiente salesiano. Aunque han disminuido necesariamente las amplificaciones que rodearon su figura durante muchas décadas y que impresionaron a la imaginación colectiva, Don Bosco sigue siendo todavía un personaje de notable talla y de alto agrado. Una larga secuencia de papas y cardenales, obispos y  sacerdotes, estudiosos católicos y no católicos, políticos de diferentes orientaciones en Italia, en Europa y en el mundo, lo ha reconocido y lo reconoce como portador de un mensaje moderno, profético, históricamente condicionado pero abierto a muchas proyecciones actuales, virtualmente disponible en los espacios y tiempos más abiertos.

El centenario de su muerte, el 150° aniversario de la fundación de la Congregación salesiana, ahora la preparación al bicentenario de su nacimiento, y otras ocasiones especiales, han favorecido una férvida producción de libros y escritos periodísticos. Junto a estudios e investigaciones de alto nivel científico, han aparecido también otros más modestos, que han prestado el flanco a reservas interpretativas con motivo de infundadas premisas críticas y de insuficientes análisis históricos por parte de otros.

La de Don Bosco es, en efecto, una figura a plena pantalla, no reconducible a simples fórmulas o a títulos periodísticos; es una personalidad compleja, hecha de realidades a un tiempo ordinarias y excepcionales, de proyectos concretos, ideales e hipotéticos, de un estilo cotidiano de vida y acción, de relaciones especiales con lo sobrenatural. Una figura así no puede comprenderse adecuadamente más que en su condición poliédrica y pluridimensional; en caso contrario la presentación de uno o de algunos aspectos, tomados a veces consciente o inconscientemente por un perfil completo, corre el riesgo de falsear su fisonomía.

Podemos quedar perplejos a veces ante obras en las que la apologética y la descripción oleográfica de Don Bosco tienen un espacio excesivo, en las que la exaltación de su figura se impone sobre la verdad del personaje, a lo mejor reducido a estereotipos a los que Don Bosco no puede reducirse casi nunca. Esto vale particularmente en este momento histórico, en el que se están multiplicando las vidas de los santos escritas con nueva criteriología; un nuevo tipo de hagiografía, en efecto, ha adquirido actualmente vigor, basándose en interpretaciones históricas fundamentadas y en una lectura teológica renovada de la experiencia espiritual de los santos. Por eso hago votos para que se prepare una moderna “hagiografía” de Don Bosco; al mismo tiempo que se debe basar en recientes estudios históricos, está llamada a despertar el amor hacia él, la imitación de su vida, el deseo de hacer su mismo camino espiritual; el mismo augurio vale para una nueva hagiografía dirigida a los jóvenes.

3.     Motivaciones para el estudio de la historia de Don Bosco

Son indudablemente numerosos los motivos que nos inducen a estudiar a Don Bosco. Debemos conocerlo como nuestro Fundador, porque lo requiere nuestra fidelidad a la institución a la que pertenecemos. Debemos conocerlo como Legislador, dado que estamos comprometidos a observar las Constituciones y los Reglamentos que él directamente o sus sucesores nos han dado. Debemos conocerlo como Educador, para que podamos vivir el Sistema Preventivo, preciosísimo patrimonio que él nos ha dejado. Debemos conocerlo especialmente como Maestro de vida espiritual, por el hecho de que a su espiritualidad acudimos como hijos y discípulos suyos; él, en efecto, nos ha ofrecido una clave de lectura del evangelio; su vida es para nosotros un criterio para realizar con características peculiares el seguimiento del Señor Jesús; sobre ello escribí una carta a los hermanos salesianos en enero de 2004 “Contemplar a Cristo con lo mirada de Don Bosco” (ACG 384).

Hoy está creciendo en nosotros la conciencia del riesgo que estamos corriendo, si no robustecemos los lazos que nos tienen unidos a Don Bosco. El conocimiento histórico, fundamentado y afectivo, ayuda a mantener vivos esos lazos; la formación inicial y permanente debe favorecer los estudios salesianos. Ha pasado ya más de un siglo desde la muerte de Don Bosco; han desaparecido todas las generaciones que directa o indirectamente estuvieron en contacto con él y con los que lo habían conocido. Al aumentar la distancia cronológica, geográfica y cultural desde él, viene a faltar cada vez más ese clima afectivo y también esa cercanía psicológica, que nos hacían espontáneo y familiar a Don Bosco y su espíritu hasta con la simple mirada a su retrato. Esto que se nos ha transmitido puede perderse; el lazo vivo con Don Bosco puede romperse. Una vez venida a menos la referencia a nuestro Padre común, a su espíritu, a su praxis, a sus criterios inspiradores, como Familia salesiana no tenemos ya derecho de ciudadanía en la Iglesia y en la Sociedad, privados como estamos de nuestras raíces y de nuestra identidad.

Además mantener viva la memoria de la propia historia es garantía de tener una sólida cultura; sin raíces no hay futuro. Por eso la organización de la memoria histórica y la posibilidad de su fruición tienen una notable importancia, como llamada a las raíces comunes que invitan a repensar los problemas de nuestro presente con un conocimiento más maduro de nuestro pasado. Esto es garantía, aun con las históricas transformaciones y los inevitables cambios, de que nuestra Familia seguirá siendo portadora del carisma de los orígenes y de que se convertirá en vigía y guardián creativo de una tradición fecunda.

Obviamente la conciencia del pasado no debe convertirse en condicionamiento. Hay que saber discernir críticamente el significado histórico esencial de las redundancias gratuitas y de las interpretaciones subjetivas infundadas; de ese modo se evitará atribuir historicidad carismática a reconstrucciones que tienen poco que ver con la “verdadera historia”. Una forma parecida de hacer historia se utiliza a veces para evitar el problema serio de la reconstrucción del contexto histórico. También en la interpretación de la historia de Don Bosco es necesario un sano discernimiento. Será siempre válido también para nosotros la advertencia del Papa León XIII: El historiador no debe decir nunca nada falso ni callar nada verdadero. Si un santo tiene algún punto débil, hay que reconocerlo lealmente. Las referencias de las imperfecciones de los santos tienen la triple ventaja de respetar la exactitud histórica, de subrayar lo absoluto de Dios y de animarnos a nosotros, pobres vasijas de barro, a demostrarnos que también en el héroe por Cristo la sangre no era agua.

La necesidad y la urgencia de un conocimiento profundo y sistemático de Don Bosco las han subrayado en estos últimos decenios documentos oficiales e intervenciones autorizadísimas de mis dos predecesores. Yo mismo en la carta de final de 2003 (ACG n. 383, p. 14-17) me expresaba en estos términos:

«Don Bosco logró ser joven y por tanto estar en sintonía con el futuro a fuerza de estar en medio de los jóvenes. … En la experiencia de Valdocco está claro que hubo una maduración de la misión y por tanto de  un paso de la alegría de “estar con Don Bosco” a “estar con Don Bosco para los jóvenes”, a “estar con Don Bosco para los jóvenes de forma estable” a estar con los jóvenes de forma estable con votos. Estar con Don Bosco no excluye “a priori” la atención a sus tiempos, que lo modelaron o condicionaron, pero requiere vivir con su esfuerzo, sus opciones, su entrega, su espíritu emprendedor y de estar en vanguardia […] Todo esto hace de Don Bosco un hombre fascinante y en nuestro caso un padre a quien amar, un modelo que imitar, pero también un santo que invocar. Nos damos cuenta de que a medida que aumenta la distancia del Fundador, es más real el riesgo de hablar de Don Bosco basándose en “lugares comunes”, anécdotas, sin un verdadero conocimiento de nuestro carisma. De aquí la urgencia de conocerlo a través de la lectura y el estudio; de amarlo afectiva y efectivamente como padre y maestro por su herencia espiritual; de imitarlo tratando de configurarnos con él, haciendo de la Regla de vida nuestro proyecto personal. Este es el sentido de la vuelta a Don Bosco, al que me he invitado a mí mismo y a toda la Congregación desde mi primera “buenas noches”, a través del estudio y el amor que tratan de comprender, para iluminar nuestra vida y los retos actuales. Junto al evangelio, Don Bosco es nuestro criterio de discernimiento y nuestra meta de identificación»”.

Mi auspicio no está demasiado lejos de las reflexiones de don Francisco Bodrato, primer inspector en Argentina, que el 5 de marzo de 1877 escribía en una carta a sus novicios:

«¿Quién es Don Bosco? Os lo digo precisamente yo, de verdad, como lo he visto y oído decir a otros. Don Bosco es nuestro amadísimo y tiernísimo padre. Esto lo decimos todos nosotros que somos sus hijos. Don Bosco es un ser Providencial o el hombre de la providencia de estos tiempos. Esto lo dicen los verdaderos doctos. Don Bosco es el hombre de la filantropía. Esto lo dicen los filósofos. Y yo digo, después de haber admitido, claro está, todo lo que dicen los citados, que Don Bosco es verdaderamente ese amigo que la Santa Escritura califica como un gran tesoro. Bueno, pues nosotros hemos encontrado ese verdadero amigo y ese gran tesoro. María Santísima nos ha dado la luz para poderlo conocer y el Señor nos permite poseerlo. ¡Ay, por tanto, de quien lo pierde! Si supieseis, queridos hermanos, cuántas personas hay que envidian nuestra suerte […] Y si aceptáis creer conmigo que Don Bosco es el verdadero amigo de la Sagrada Escritura, entonces debéis hacer de modo que lo poseáis siempre y procuréis copiarlo en vosotros mismos». (F. Bodrato, Epistolario, ed. por B. Casali, Roma LAS 1995, p. 132).

Por algo el proemio y los art. 21, 97 y 196 de las Constituciones actuales de la Congregación salesiana nos presentan a Don Bosco como “guía” y “modelo”, y las Constituciones mismas quedan definidas como "testamento vivo". Expresiones análogas se encuentran también en la regla de vida de los demás grupos de la Familia salesiana. Para todos nosotros, que miramos a Don Bosco como nuestra referencia, él sigue siendo el fundador, el maestro de espíritu, el modelo de educación, el iniciador de un movimiento de resonancia mundial capaz de ofrecer a la Iglesia y a la Sociedad, con una formidable fuerza, la atención a las necesidades de los jóvenes, a su realidad, a su futuro. No podemos dejar de preguntarnos si hoy nuestra Familia constituye todavía una fuerza como esa; si tenemos todavía aquel coraje y aquella fantasía que tuvo Don Bosco; si al alba del tercer milenio somos todavía capaces de asumir sus posturas proféticas en defensa de los derechos del hombre y de los de Dios.

Indicadas la necesidad y la urgencia del conocimiento y del estudio de Don Bosco para la Familia salesiana, para cada grupo, comunidad, asociación y personas, el camino está todavía por hacer; el camino indicado no es todavía el camino recorrido. A cada uno le toca determinar pasos, modalidades, recursos, etapas y oportunidades para que ese compromiso se cumpla a lo largo de este año. No podemos llegar a la celebración del Bicentenario sin conocer más a Don Bosco.

4.     Función actualizadora de la historia

Para alcanzar esos objetivos no basta con que la grandeza de Don Bosco esté presente en la conciencia de cada uno de nosotros. Condición indispensable es conocerlo bien, más allá del simpatiquísimo anecdotario que rodea a nuestro querido padre y de la misma literatura edificante, sobre la que generaciones enteras se han formado. No se trata de ir a buscar recetas fáciles para afrontar como Familia la “crisis” actual de la Iglesia y de la Sociedad, sino de conocerlo profundamente, de modo que pueda ser “actualizado” en el amanecer de este tercer milenio, en el clima cultural en que vivimos, en los diferentes países en los que trabajamos. Se necesita un conocimiento de Don Bosco que viva de la continua tensión entre nuestro preguntarnos sobre el presente y la búsqueda de respuestas que vienen del pasado; sólo así podremos inculturar todavía hoy el carisma salesiano.

Se debe prestar atención al hecho de que en los momentos de “giros de la historia” un Movimiento carismático puede crecer y desarrollarse sólo a condición de que el carisma fundacional sea “reinterpretado vitalmente” y no se convierta en un “fósil precioso”. Los fundadores han tenido la experiencia del Espíritu Santo en un preciso contexto histórico; por eso es necesario determinar los elementos de contingencia de su experiencia, por cuanto la respuesta a una situación histórica absolutamente determinada tiene valor mientras dura esa contingencia. En otras palabras: los “interrogantes” de la comunidad eclesial de hoy y los del contexto actual socio cultural, no pueden considerarse como algo “extraño” a nuestra búsqueda histórica; ésta debe determinar lo que es transitorio y lo que es permanente en el carisma, lo que debe dejarse y lo que debe tomarse, lo que está lejos de nuestro contexto y lo que le es afín.

No es posible hacer esta actualización sin dirigirse a la historia, que – como ha he dicho -no es el custodio de un pasado ya perdido, sino de una memoria que vive en nosotros, es decir, en función de actualidad. Una puesta al día hecha ignorando los progresos de la ciencia histórica, es una operación falsamente útil. Del mismo modo no llevan a grandes resultados históricos ni actualizadores las investigaciones y las lecturas hechas como “diletante”, sin claras hipótesis, métodos adecuados y sólidos instrumentos de trabajo, fuera de un pensamiento historiográfico vivo y actual. La historiografía es una continua revisión crítica de juicios pronunciados, una revisión necesaria en cuanto que debemos reconocer que el pasado no puede erigirse como una especie de monumento sólo para contemplarlo, precisamente porque está fundamentalmente ligado a la persona del que desea conocerlo.

No se debe infravalorar el hecho de que la historia de Don Bosco no es sólo “nuestra”, sino que es historia de la Iglesia e historia de la humanidad. Por tanto no debería estar ausente de la historiografía eclesiástica y civil de cada país, tanto más que la salesiana es una historia hecha de interacciones dinámicas, de lazos de dependencia y colaboración y alguna vez de choques con el mundo social, político, económico, eclesial y religioso, educativo y cultural. Ahora bien, no se puede pretender que “los otros” tengan en consideración nuestra “historia”, nuestra “pedagogía”, nuestra “espiritualidad”, si nosotros no les ofrecemos instrumentos modernos de conocimiento. El diálogo con los otros puede darse sólo si tenemos el mismo código lingüístico, los mismos instrumentos conceptuales, las mismas competencias y profesionalidad; en caso contrario estaremos al margen de la Sociedad, lejos del debate cultural, ausentes de los lugares en los que se orientan las soluciones de los problemas del momento. La exclusión del debate cultural actual en cada país determinaría también la insignificancia histórica de los salesianos, su marginación social, la ausencia de nuestra oferta de educación. Por eso auspicio un renovado esfuerzo en la preparación de personas cualificadas para el estudio y la investigación en el campo de la historia salesiana.

La literatura salesiana, las ediciones salesianas, la predicación salesiana, las circulares de los responsables en los distintos niveles, las comunicaciones internas a la Familia salesiana deben estar a la altura de la situación. La tradicional popularidad de la literatura salesiana, la misma divulgación no deben significar superficialidad de contenido, desinformación, repetición de un pasado impertinente. El que tiene el don o el deber o la oportunidad de hablar, de escribir, de formar, de educar a los demás, está obligado a una constante actualización sobre el objeto de sus discursos y de sus escritos. Los instrumentos de trabajo de la comunicación popular deben ser de calidad y de la máxima oportunidad posible.

El estudio de Don Bosco es la condición para poder comunicar su carisma y proponer su actualidad. Sin conocimiento no puede nacer amor, imitación e invocación; sólo el amor impulsa después al conocimiento. Se trata, pues, de un conocimiento que nace del amor y conduce al amor: un conocimiento afectivo.

5.     Más de cien años de historiografía “al servicio del carisma”

La producción historiográfica salesiana en más de 150 años de vida ha hecho un notable camino, pasando de los primeros modestos y moderados perfiles biográficos de Don Bosco de los años setenta del siglo XIX, a las biografías encomiásticas, inspiradas en una lectura teológica, anecdótica y taumatúrgica de su vida y de su obra que, desde los años ochenta hasta el siglo XX avanzado han tenido una gran difusión. Los momentos solemnes de la beatificación y de la canonización de Don Bosco fueron obviamente el origen de una serie de escritos y opúsculos de carácter espiritual y edificante. Análogamente para el ámbito pedagógico se podría hablar de la rica serie de escritos y de debates sobre Don Bosco educador, después de la introducción del Método preventivo de Don Bosco en los programas escolares de los Institutos de Magisterio en Italia.

Inmediatamente después de la guerra y en los años cincuenta las nuevas generaciones salesianas comenzaron a manifestar una sensación de inquietud sobre la literatura hagiográfica del pasado. Aparecía la exigencia de una hagiografía del Fundador que no buscase sólo la edificación y la apología, sino la verdad de la figura en todos sus múltiples aspectos: es decir, una hagiografía que se situase en la historia y como tal asumiese todos sus cometidos, deberes y orientaciones. Se imponía de algún modo la necesidad de salir de un círculo ya consolidado, para promover una revisión de la historia de Don Bosco filológicamente estudiada y cribada en las fuentes, históricamente conducida según métodos actualizados. Se debía ir más allá de la óptica propia de los primeros salesianos, que indudablemente era providencialista, teológica, taumatúrgica, en la que tendían a desaparecer las realidades del ambiente y las fuerzas actuantes de aquel tiempo.

Tales perspectivas de estudio y de profundización de la figura de Don Bosco, que ya desde hacía tiempo se anunciaban, recibieron un fuerte impulso de la invitación del Concilio Vaticano II a volver a las genuinas realidades humanas y espirituales de los orígenes del fundador, en vista de la renovación necesaria de la vida consagrada (Cfr. Perfectae Caritatis, Ecclesiae Sanctae). Esto exigía como condición indispensable el conocimiento del dato histórico. Sin una sólida referencia a las raíces, la puesta al día se exponía a convertirse en invención arbitraria e incierta. Y así en el nuevo clima cultural de los años setenta, por medio de premisas, orientaciones, métodos, instrumentos actuales de investigación, compartidos por la investigación historiográfica más seria, se profundizó en el conocimiento del patrimonio hereditario de Don Bosco, rico de acontecimientos y de orientaciones, de significados y de virtualidad. Se fijó el significado histórico del mensaje, se definieron los inevitables límites personales, culturales, institucionales que, casi paradójicamente, prefiguraban y prefiguran todavía las condiciones de vitalidad en el presente y en el futuro.

6.     Hacia una lectura hermenéutica de la historia salesiana

Como primera exigencia de la renovación el Concilio Vaticano II ha pedido, pues, que se retornase a las fuentes. La Congregación ha publicado según esto decenas de volúmenes de las “Obras Editadas” e inéditas de Don Bosco; el Centro de Estudios Don Bosco de la UPS y el Istituto Storico Salesiano se han hecho cargo de ello. Gracias a su trabajo, miles de páginas de escritos de Don Bosco están a nuestra disposición, en ediciones científicamente cuidadas y revisadas, de modo que permiten el necesario análisis filológico. ¿Cómo se puede, en efecto, comprender la famosa “carta de Roma” que don Lemoyne redactó en nombre de Don Bosco, si no se conoce a fondo la difícil situación disciplinar que se vivía en Valdocco y que en aquellos mismos años producía la “circular sobre los castigos”? El valor de una carta autógrafa de Don Bosco, tachada, cubierta de correcciones, añadidos y apostillas, ¿tiene acaso el mismo valor que una circular, a lo mejor escrita por un colaborador suyo y simplemente firmada por Don Bosco? ¿Qué significado dar a los contratos de trabajo firmados por Don Bosco, si los ponemos en relación con los anteriores o coetáneos redactados por otros en Turín?

Al análisis filológico debe seguir el análisis histórico-crítico, que tiene en consideración el contenido explícito de las fuentes y lo que, si se leen superficialmente no dicen, sino sobreentienden. Ningún texto, y menos los de Don Bosco, personaje “encarnado” en  la historia, se explica sin la relación con el tiempo en que fue escrito, en un determinado contexto, en relación con determinadas personas, según ciertas finalidades. Como he dicho, los escritos de Don Bosco y sobre Don Bosco contienen la interpretación del evangelio bajo el influjo de la época, sus ideas, estructuras mentales, perspectivas, lenguaje, valores.

Las dos operaciones anteriores llevan a la tercera y más importante: el análisis vital y actualizador, capaz de reformular, repensar, reactualizar el contenido de las fuentes. Sobre esto se deben adoptar algunos criterios hermenéuticos sin los que la interpretación de las expresiones de Don Bosco, de sus posturas teóricas y prácticas, de los modos concretos de vivir la relación con Dios y con la Sociedad, podrían revelarse hasta contraproducentes. La simple repetición de frases de Don Bosco podría hacernos traicionar la identidad salesiana. Se trata en efecto de textos y testimonios propios de una “cultura” ya trasnochada, de una tradición y de una teología que no es desde luego la nuestra y por tanto no es perceptible inmediatamente para nosotros.

La Congregación salesiana ha hecho en los años ’70 y ‘80 del siglo pasado un gran esfuerzo de renovación, cuyo fruto maduro son las Constituciones renovadas. Los salesianos han elaborado una reflexión histórica espiritual, que es ya en sí misma una hermenéutica de las fuentes salesianas y al mismo tiempo de los "signos del tiempo". Si recorremos el índice analítico de estas Constituciones encontramos una hermosa sorpresa: el nombre de Don Bosco aparece directamente unas cuarenta veces. En los primeros 17 artículos está hasta 13 veces; pero también donde no se lee el nombre, la referencia a su pensamiento, a su praxis, a sus escritos es constante. ¡Y pensar que en el siglo XIX la Santa Sede obligaba a no hacer mención en las Constituciones del nombre y de los escritos del fundador! Esto vale también para otras Constituciones, Reglamentos y Proyectos de vida de otros grupos de la Familia salesiana.

A los cuarenta años del Concilio se debe tener clara conciencia de que la investigación histórica sobre la trayectoria humana y espiritual de Don Bosco ha dado pasos notables hacia adelante, gracias a estudios que han adoptado los nuevos cuadros de referencia, han tenido debidamente en cuenta nuevos métodos de investigación y modernas categorías de evaluación, han recurrido a nuevas perspectivas a partir del análisis de documentos inéditos o a nuevas interpretaciones de documentos ya conocidos. La nueva hagiografía crítica ha obtenido por lo menos dos efectos positivos: ante todo mostrarnos el rostro genuino de Don Bosco y la verdadera grandeza de nuestro Padre; en segundo lugar tener en cuenta a Don Bosco en la historia civil.

Hasta hace algún decenio, en efecto, la historiografía laica sentía una especie de alergia a Don Bosco y no le dedicaba espacio, tal vez por ciertos tonos acaramelados, por un sensacionalismo milagrero, por los sagrados conjuros, que llenaban biografías edificantes e indulgentes con lo maravilloso. Hoy, por el contrario, a Don Bosco se le toma en serio. Obviamente la figura que se presenta en estos casos no puede acusar los criterios historiográficos de los distintos autores, de su mentalidad, de sus premisas ideológicas, de sus fines, de la disponibilidad cuantitativa y cualitativa de las fuentes, del método de interrogación de las mismas, de sus diversos niveles de lectura, del momento cultural que los ha creado.
Todo esto corresponde a la nueva sensibilidad que hay en nuestra Familia, que tiene un mayor amor a la propia vocación y misión. El contacto con Don Bosco, hecho con métodos propios de la investigación histórica, nos ha llevado a medir mejor su grandeza, su genialidad práctica, sus dotes de educador, su espiritualidad, su obra, sólo comprensibles si están plenamente enraizados en la historia de la Sociedad en la que vivió. No hay ningún rechazo a priori de las valiosísimas y respetabilísimas imágenes de Don Bosco que han tenido generaciones de salesianos y de miembros de la Familia Salesiana. Hoy tenemos necesidad de la presentación, ponderación y reelaboración de una imagen de Don Bosco que sea actual, que hable al mundo de hoy en un lenguaje renovado. La validez de la imagen que se ofrece, se juega de hecho que sea aceptada y compartida.


7.     Qué imagen de Don Bosco vale hoy

Frente a esa literatura salesiana, necesariamente en evolución, es evidente que también hoy tenemos necesidad de responder a una serie de preguntas.

¿Quién fue Don Bosco? ¿Qué dijo, hizo y escribió? ¿Con qué modos de vida y acción logró ampliar sus obras de bien? ¿Qué relación existe entre su pensamiento y su acción? ¿Cuáles fueron el origen de sus ideas, su desarrollo y su novedad? ¿Qué conciencia tuvo de sí y de su mensaje al comienzo de su obra y qué percepción tuvo gradualmente a lo largo de su vida? ¿Qué percepción de su obra y de su mensaje tuvieron sus primeros colaboradores laicos y eclesiásticos, los primeros salesianos, las Hijas de María Auxiliadora, los Cooperadores, los alumnos y los ex alumnos? ¿Cuáles fueron las comprensiones y las valoraciones de sus contemporáneos: papa, obispos, sacerdotes, religiosos, autoridades políticas y civiles, dueños del poder económico y financiero, creyentes o no creyentes, las masas?

¿Cuál ha sido la imagen de Don Bosco construida y transmitida por la “tradición histórica”, por los cronistas y los biógrafos contemporáneos, por los testimonios de los procesos, de las conmemoraciones y apoteosis de los aniversarios y de las fechas principales (1915, 1929 1934, 1988, 2009)? ¿Cuáles han sido las interpretaciones de su “misión” histórica? ¿Ha sido ésta una respuesta providencial a las necesidades de una Iglesia perseguida? ¿Una respuesta católica a las peticiones de los tiempos? ¿Una solución del “problema de los jóvenes pobres y abandonados”, del problema social, de la cooperación entre las “clases”? ¿Una promoción de las masas populares, en el respeto del orden vigente? ¿Una acción misionera y civilizadora?

¿Qué caracteriza a Don Bosco? ¿Ha sido el inventor de una “pedagogía” idónea para acercarse a los jóvenes “en peligro y peligrosos”? ¿Maestro de espiritualidad para los jóvenes en riesgo, para las clases bajas, para los pueblos en desarrollo? ¿Santo de la alegría, de los valores humanos, del encuentro con todos sin discriminación? ¿O tal vez todo eso y más todavía?

Hoy debe reconstruirse esa imagen de Don Bosco; es preciso verlo bajo otra luz por una fidelidad que no sea repetición, obsequio a las fórmulas o disociación. No basta limitarse a alguna carta de animación o a algún ensayo de estudiosos; hay que ahondar en la salesianidad todos juntos para llegar a una visión común culta, profesional, profunda, que sepa valorar el patrimonio histórico, pedagógico, espiritual heredado de Don Bosco, que conozca a fondo la realidad juvenil, que tenga claro el perfil del cristiano en la Sociedad de hoy y de mañana con los respectivos cometidos “según las necesidades de los tiempos”. Se trata, con otras palabras, de revisar instituciones y estructuras de asociación y de educación, de releer el Sistema Preventivo en clave de actualidad, de presentar al Mundo y a la Iglesia un estilo particular de educador salesiano.

Hoy más que de crisis de identidad se trata quizá de crisis de credibilidad. Parece estar bajo la tiranía del statu quo, a nivel de resistencias inconscientes más que intencionadas. Aun convencidos de la verdad de los valores teológicos de los que nuestra vida cristiana y consagrada está impregnada, vemos la dificultad de llegar al corazón de nuestros destinatarios para los que deberíamos ser signos de esperanza; estamos alterados por la irrelevancia de la fe en la construcción de su vida; constatamos una escasa sintonía con su mundo; nos sentimos lejanos, por no decir extraños a sus proyectos humanos; percibimos que nuestros signos, gestos y lenguajes no parecen incidir en su vida.

Acaso hay poca claridad sobre el papel de la misión a la que nos dedicamos; algunos tal vez no están convencidos de la utilidad de nuestra misión; puede que no encuentren el trabajo adecuado a sus aspiraciones, porque no sabemos; quizás se sienten aprisionados por las urgencias que se hacen cada vez más acuciantes; o se da una desestima más ad intra que ad extra. La historia nos podrá socorrer en la acción de actualización del carisma; me limito a algunos ejemplos, de los que sólo desarrollo el primero.

7.1. Evolución de las obras y de los destinatarios. Para Don Bosco la apertura de nuevas obras está determinada por las exigencias de la situación. La pobreza cultural de los jóvenes provoca en Valdocco la apertura de una escuela elemental dominical, después nocturna y después diurna, sobre todo para los que no pueden acudir a la pública; después otras clases, talleres diversos y así sucesivamente hacia la compleja “casa aneja” al Oratorio de S. Francisco de Sales. Esta primera obra, de simple lugar de encuentro los días festivos para la catequesis y para los juegos, se convierte en lugar de formación global; para un cierto número de jóvenes sin medios de subsistencia se convierte en una casa, en un lugar de residencia. Al patio y a la iglesia, donde se desplegaba un programa con la posibilidad de los sacramentos, de instrucción religiosa elemental, de entretenimiento, de intereses, de festividades religiosas y civiles, de regalos, se han añadido otras estructuras para ofrecer el aprendizaje de un oficio, evitando acudir a fábricas de la ciudad demasiado frecuentemente inmorales y peligrosas para los jóvenes ya gravados por un pasado difícil. Y a continuación se fundaron otras casas salesianas, otros colegios-internados, otros pequeños seminarios confiados a la ya nacida Sociedad salesiana. 

Al primer oratorio parece que acuden tanto ex-corrigendos como jóvenes inmigrados y en general jóvenes sin fuertes lazos con sus respectivas parroquias. En un escalón más alto, se acoge después en el albergue a estudiantes y aprendices alejados de su "patria", que van a la ciudad a aprender un oficio o a realizar estudios que los capaciten para un empleo. A un cierto número de jóvenes pertenecientes a esta categoría o con dificultades especiales o con alguna mayor disponibilidad económica se les abre la posibilidad de aprender el oficio en talleres organizados o de hacer los estudios en clases organizadas en colegios. Esta población entra normalmente en dos diferentes categorías sociales: la "clase pobre" y la "clase media". Exigencias especiales favorecen también la institución de escuelas elementales, técnicas, de humanidades, profesionales, agrícolas, externados, pensionados, también para la clase media-alta en los que se trata de contrarrestar análogas iniciativas sociales o protestantes o de asegurar una educación integralmente católica según el sistema preventivo. 

La preferencia por los más pobres la considera Don Bosco compatible con el masivo destino de escuelas y colegios a la "clase media". No se niega a cualquier género de personas, pero prefiere ocuparse de la clase media y de la clase pobre, porque necesitan más la ayuda y la asistencia. De todos modos el mecanismo de las "pensiones" que pagar no consintió grandes aperturas hacia los pobres de verdad o casi pobres, fuera de limitados grupos de muchachos sostenidos por la beneficencia pública o privada. Una categoría, de carácter especial, la constituyen los jóvenes más pobres y en peligro que se encuentran en lugares de misión, a los que les falta la luz de la fe. Naturalmente la acción misionera no se para en los jóvenes, sino que trata de alcanzar a todo el mundo que los rodea; ni se limita a la acción estrictamente pastoral, sino que se interesa por todos los aspectos de la vida ciudadana, cultural, social, según lo que Don Bosco mismo dice en una carta del 1º de noviembre de 1886: llevar "la religión y la civilización a aquellos pueblos y naciones que ignoran todavía la una y la otra”. Se privilegia también sin distinción de clases a los jóvenes que manifiestan propensión hacia el estado eclesiástico o religioso; es el don más precioso que se puede hacer a la Iglesia y a la misma Sociedad civil. 

Finalmente se deben constatar las anchas zonas de la marginación de "jóvenes pobres y abandonados" en dimensiones particularmente graves, y a veces trágicas, que quedan fuera de la actividad de Don Bosco: la franja emergente de los jóvenes cada vez más implicados en la industria naciente a los que hay que atender, proteger, formar social y sindicalmente; el mundo de la delincuencia juvenil verdadera que existe en Turín; las obras para la recuperación de los menores delincuentes o próximos a la delincuencia, con algunas de las cuales por otra parte entró en tratos más o menos claros; el inmenso continente de la pobreza y de la miseria no sólo en las ciudades, sino también, y con frecuencia más aún, en el campo; el amplio planeta del analfabetismo y de la elevación artesanal y profesional; el mundo del paro y de la emigración; y además el mundo de los deficientes mentales y físicos.

Pues bien, esta página de historia nos obliga a reflexionar en perspectiva actualizadora. ¿Quiénes son hoy nuestros destinatarios privilegiados? ¿Cuáles son las obras adecuadas a sus necesidades? La desaparición en las Constituciones salesianas renovadas de la relación de las obras salesianas típicas, que veía en primer lugar a los oratorios, ¿no ha contribuido acaso a la reducción del número de nuestros clásicos oratorios, sustituido a lo mejor por escuelas superiores y universitarias?

7.2. Juventud abandonada. Como he dicho al comienzo del Aguinaldo, la importancia histórica de Don Bosco hay que encontrarla, más allá que en las obras y en ciertos elementos  metodológicos relativamente originales, en la percepción intelectual y emotiva de la importancia universal, teológica y social, del problema de la «juventud abandonada», y en la gran capacidad de comunicarla a dilatadas filas de colaboradores, de bienhechores  y de admiradores. 

Preguntémonos entonces: ¿somos hoy sus fieles discípulos? ¿Vivimos todavía la tensión que Don Bosco tuvo entre ideal y realización, entre intuición y concreción en el tejido social en el que se encontraba trabajando?

7.3. Respuesta a las necesidades de los jóvenes. Considerado que las iniciativas asistenciales y  educativas de Don Bosco en favor de los jóvenes se suceden en el plano práctico con una cierta "ocasionalidad", hay que decir también que sus "respuestas" a los problemas no se dan basándose en un "programa" orgánico y puestas en marcha a partir de una visión previa y global del cuadro social y religioso del siglo XIX. Al encontrarse con problemas particulares, da respuestas igualmente inmediatas y localizadas, hasta que poco a poco las diversas condiciones juveniles lo llevan a proponerse globalmente "el problema de los jóvenes" en todo el mundo. En la vida heroica de Don Bosco aparecen planes preventivos y estrategias de acción a largo plazo, preparados en el despacho - cosas todas que hoy consideramos justamente indispensables – sino que surgen soluciones eficaces a problemas inmediatos, a veces imprevistos.

¿Qué significa todo esto hoy para nosotros que vivimos en una “aldea global”, donde todo se conoce en tiempo real, donde está a nuestra disposición una nutrida secuencia de ciencias especializadas? ¿Cómo pasar de una política de emergencia a una política de programación? ¿En base a qué precisos criterios podemos guiar las decisiones concretas dentro de los pliegues de la historia, sin quedarse fuera? ¿Cómo evitar el doble riesgo de perder unidad e identidad, por querer hacer todo, por abandonar obras estables y pasar a cosas pasajeras no bien pensadas, para perder recursos a corto plazo; y el riesgo de absolutizar y hacer perennes aspectos contingentes del Fundador, acabando por contentarse con lo que ya se posee, con lo ya conocido, con una tradición fosilizada, defendida de buena fe por fidelidad al pasado?

7.4. Flexibilidad de respuesta a las necesidades. Del análisis histórico resulta la genialidad y la capacidad de Don Bosco de coordinar, en torno a su vocación de “salvar” a los jóvenes, obras educativas destinadas a los jóvenes de las clases populares urbanas con otras muchas actividades que buscaban otros fines. Alrededor del pequeño Oratorio de Valdocco Don Bosco logró polarizar a miles de jóvenes y conquistar el asentimiento y la ayuda del tejido eclesiástico con un radio cada vez más amplio, virtualmente universal. Y la clausura de obras como el oratorio del Ángel Custodio en Turín, de casas salesianas aisladas como Cherasco, Trinidad, no era indicio de un repliegue, sino de un reasentamiento y de un nuevo impulso. Lo prueban la ampliación de su misión con obras dirigidas a la formación juvenil: la fundación de las FMA, las misiones, los Cooperadores, el Boletín salesiano. Estas diferentes iniciativas ponen en evidencia la continua coordinación, relanzamiento y posterior desarrollo. 

Ahora bien, ¿cómo no observar que en nuestra acción debe considerarse importante no sólo y no tanto la imagen, sino la realidad que se relanza y se desarrolla con una coordinación sensata? ¿Tal vez la forzada clausura de tantas obras no corre el riesgo con frecuencia de parecer un simple repliegue, en vez de una opción en orden a un desarrollo ulterior?

7.5. Pobreza de vida y trabajo incansable. En los apuntes que la tradición ha llamado “Testamento espiritual”, Don Bosco dejó escrito: “Desde el momento en que comience [a] aparecer comodidad en las personas, en las habitaciones o en las casas, comienza al mismo tiempo la decadencia de la nuestra congregación […] Cuando empiecen entre nosotros el bienestar o las comodidades, nuestra pía Sociedad ha terminado su camino” (P. Braido (ed.). “Don Bosco educatore, scritti e testimoni”, Roma LAS 1992, pp. 409, 437). 

Hoy inspirándonos en Don Bosco ¿no deberíamos tener la valentía de decir que cuando una comunidad religiosa se arrincona ante la TV y la prensa horas y horas, es señal de que, al menos en ese sitio, hemos acabado nuestro camino? ¿Qué decir cuando una obra salesiana se reduce a cuatro muchachitos con un balón y una TV y no encuentra tiempo para convocar a jóvenes para implicarlos en las propias iniciativas, pero que lo encuentra en cambio para hacer viajes culturales? Tal vez esa obra ha hecho su camino, dado que, aunque el número de jóvenes en una obra salesiana local no lo es todo, ahí está el termómetro de la razón de ser de una casa en ese lugar determinado.

8.     Sugerencias para la concreción del Aguinaldo

A partir del conocimiento de la historia de Don Bosco, los grandes puntos de referencia y los compromisos del Aguinaldo de 2012 podrán ser los siguientes. Cada grupo de la Familia salesiana podrá posteriormente concretarlos.

8.1. La caridad pastoral caracteriza toda la historia de Don Bosco y es el alma de sus múltiples obras. Podríamos decir que ella es la perspectiva histórica sintética a través de la cual se debe leer toda su existencia. El Buen Pastor conoce a sus ovejas y las llama por su nombre; él sacia su sed en aguas cristalinas y las apacienta en frescos prados; se hace puerta a través de la que las ovejas entran en la majada; da su vida para que las ovejas tengan vida en abundancia(cf. Jn 10,11 ss.). La fuerza más grande del carisma de Don Bosco consiste en el amor que bebe directamente en el Señor Jesús, imitándolo y permaneciendo en Él. Este amor consiste en “dar todo”. De ahí brota su voto apostólico: “He prometido a Dios que hasta el último aliento de mi vida será para mis jóvenes pobres”. (MBe XVIII, 229; cf. Const. SDB 1). ¡Este es nuestro sello y nuestra credibilidad ante los jóvenes!

8.2. En la historia de Don Bosco conocemos las muchas fatigas, renuncias, privaciones, sufrimientos, los numerosos sacrificios que hizo. El buen pastor da la vida por sus ovejas. A través de las necesidades y los requerimientos de los jóvenes, Dios está pidiendo a cada miembro de la  Familia salesiana que se sacrifique a sí mismo por ellos. Vivir la misión no es, pues, un activismo vano, sino más bien conformar nuestro corazón según el corazón del Buen Pastor, que no quiere que ninguna de sus ovejas se pierda. Es una misión profundamente humana y profundamente espiritual. Es camino de ascesis; no hay presencia animadora entre los jóvenes sin ascesis y sacrificio. Perder algo o, mejor, perder todo para enriquecer la vida de los jóvenes es la base de nuestra entrega y de nuestro compromiso.

8.3. En el acta de fundación de la  Congregación salesiana y sobre todo en el desarrollo histórico de la múltiple obra d Don Bosco, podemos conocer las finalidades de la Familia salesiana, que poco a poco se iban delineando. Nosotros estamos llamados a ser apóstoles de los jóvenes, de los ambientes populares, de las zonas más pobres y misioneras. Hoy más que nunca nos comprometemos a comprender y asumir críticamente la cultura mediática y nos servimos de los medios de comunicación social, especialmente de las nuevas tecnologías, como potenciales multiplicadores de nuestra acción de cercanía y de acompañamiento de los jóvenes. Mientras estamos en medio de ellos como educadores, como hizo nuestro Padre Don Bosco, los implicamos como nuestros primeros colaboradores, les damos responsabilidades, los ayudamos a asumir iniciativas, los capacitamos para ser apóstoles de sus coetáneos. De ese modo nosotros podemos dilatar cada vez más el gran corazón de Don Bosco, al que le habría gustado llegar y servir a los jóvenes en todo el mundo.

8.4. Los buenos propósitos no pueden quedar en declaraciones vacías. El conocimiento de Don Bosco se debe traducir en compromiso con y para los jóvenes. Como a Don Bosco, ¡hoy Dios nos espera en los jóvenes! Por eso debemos encontrarnos con ellos y estar con ellos en los lugares, en las situaciones y en las fronteras donde ellos nos esperan; para eso hay que ir a su encuentro, dar siempre el primer paso, caminar junto a ellos. Es consolador ver que en todo el mundo la Familia salesiana se está prodigando por los jóvenes más pobres: chicos de la calle, muchachos marginados, muchachos obreros, muchachos soldados, jóvenes aprendices, huérfanos abandonados, niños explotados. Pero un corazón que ama es siempre un corazón que se interroga. No es suficiente organizar actividades, iniciativas, instituciones para los jóvenes; hay que asegurarles la presencia, el contacto, la relación con los jóvenes: se trata de volver a la práctica de la asistencia y redescubrir la presencia en el patio.

8.5. También hoy Don Bosco nos hace preguntas. A través del conocimiento de su historia, debemos escuchar los interrogantes de Don Bosco dirigidos a nosotros. ¿Qué más podemos hacer por los jóvenes pobres? ¿Cuáles son las nuevas fronteras en la región en la que trabajamos, en el país en que vivimos? ¿Tenemos oídos para escuchar el grito de los jóvenes de hoy? Más allá de las ya citadas pobrezas, ¿cuántas otras pesan en el camino de los jóvenes de hoy? ¿Cuáles son las nuevas fronteras en las que debemos comprometernos hoy? Pensemos en la realidad de la familia, en las urgencias de la educación, en la desorientación de la educación afectiva y sexual, en la falta de compromiso social y político, en el reflujo en lo privado de la vida personal, en la debilidad espiritual, en la infelicidad de tantos jóvenes. Escuchemos el grito de los jóvenes y ofrezcámosles respuestas a sus necesidades más urgentes y más profundas, a las necesidades concretas y espirituales.

8.6. De su trayectoria personal nosotros podemos conocer las respuestas de Don Boscofrente a las necesidades de los jóvenes. De este modo podemos considerar mejor las respuestas que ya hemos dado y qué otras respuestas dar. Es verdad que las dificultades no faltan. También habrá que “enfrentarse a los lobos” que quieren devorar el rebaño: el indiferentismo, el relativismo ético, el consumismo que destruye el valor de cosas y experiencias, las falsas ideologías. Dios nos está llamando y Don Bosco nos anima a ser Buenos Pastores, a imagen del Buen Pastor, para que los jóvenes puedan encontrar todavía Padres, Madres, Amigos; ¡puedan encontrar sobre todo Vida, la Verdadera Vida, la vida en abundancia ofrecida por Jesús!

8.7. Las Memorias del Oratorio de San Francisco, escritas por Don Bosco tras la petición explícita del Papa Pío IX, son un punto de referencia imprescindible para conocer el camino espiritual y pastoral de Don Bosco. Se escribieron para que nosotros pudiésemos conocer los comienzos prodigiosos de la  vocación y de la obra de Don Bosco, pero sobre todo para que asumiendo las motivaciones y las decisiones de Don Bosco, cada uno de nosotros personalmente y cada grupo de la Familia salesiana pudiésemos hacer el mismo camino espiritual y apostólico. Se las ha definido como “memorias de futuro”. Por eso durante este año comprometámonos a conocer este texto, a compartir sus contenidos, a difundirlo, sobre todo a ponerlo en manos de los jóvenes: se convertirá en un libro inspirador también para sus decisiones vocacionales.

9.     Conclusión

Como otras veces, deseo concluir la presentación del Aguinaldo con una anécdota sapiencial. Pero antes de ello quisiera evocar aquí el “sueño de los nueve años”. Me parece, en efecto, que esta página autobiográfica ofrece una presentación sencilla, pero al mismo tiempo profética del espíritu y de la misión de Don Bosco. En él se define el campo de acción que se le confía: los jóvenes; se indica el objetivo de su acción apostólica: hacer que crezcan como personas por medio de la educación; se ofrece el método educativo que resultará eficaz: el Sistema Preventivo; se presenta el horizonte en el que se mueve toda su actuación y la nuestra: el diseño maravilloso de Dios, que antes que nadie y más que cualquier otro, ama a los jóvenes. Es Él quien los enriquece con tantos dones y los hace responsables en su crecimiento, con vistas a una inserción positiva en la Sociedad. En el proyecto de Dios se les garantiza no sólo éxito en esta vida, sino también la felicidad eterna. Pongámonos, pues, a la escucha de Don Bosco y prestemos oído al ‘sueño de su vida’.

«El muchacho del sueño»

Con aquellos años tuve un sueño. Quedaría grabado profundamente en mi mente para toda la vida. Me parecía estar cerca de mi casa, en un patio muy grande, donde se divertía un gran número de muchachos. Algunos reían, otros jugaban, no pocos blasfemaban. Al oír las blasfemias, me lancé en medio de ellos. Traté de hacerles callar usando puñetazos y palabras.
En aquel momento apareció un hombre majestuoso, vestido noblemente. Un manto blanco cubría toda su persona. Su rostro era tan luminoso que yo no era capaz de fijar en él mis ojos.
Me llamó por mi nombre y me ordenó que me pusiese al frente de aquellos muchachos. Añadió: 
- Tendrás que hacerlos amigos tuyos con bondad y caridad, no pegándolos. Ánimo, habla, explícales que el pecado es una cosa mala, y que la amistad con el Señor es un bien precioso.
Confuso y asustado respondí que yo era un muchacho pobre e ignorante, que no era capaz de hablar de religión a aquellos pilluelos. 
En aquel momento los muchachos dejaron de pelearse, de gritar y de blasfemar y rodearon al que estaba hablando. Casi sin saber lo que decía, le pregunté: 
- ¿Quién sois vos que me mandáis cosas imposibles? 
- Precisamente porque estas cosas te parecen imposibles - respondió – tendrás que hacerlas posibles con la obediencia y adquiriendo la ciencia. 
- ¿Cómo podré adquirir la ciencia? 
- Yo te daré la maestra. Bajo su guía se llega a ser sabio, pero sin ella también el que es sabio se convierte en un pobre ignorante. 
- ¿Pero quién sois vos? 
- Yo soy el hijo de aquella a la que tu madre te enseñó a saludar tres veces al día. 
- Mi madre me dice siempre que no esté con los que no conozco sin su permiso. Por eso decidme vuestro nombre. 
- Mi nombre pregúntaselo a mi madre. 
En aquel momento vi cerca de él a una mujer majestuosa, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si en cada punto hubiese una estrella luminosísima. Viéndome cada vez más confuso, me hizo un gesto para que me acercase a ella, me tomó con bondad de la mano y me dijo: 
- Mira. 
Miré y me di cuenta de que aquellos muchachos habían desaparecido todos. En su lugar había una multitud de cabras, perros, gatos, osos y muchos otros animales. La mujer majestuosa me dijo: 
- Este es tu campo, es aquí donde debes trabajar. Crece humilde, fuerte y robusto, y lo que ahora verás que sucede a estos animales, tú lo deberás hacer por mis hijos. 
Seguí mirando, y he aquí que en lugar de animales feroces aparecieron otros tantos mansos corderos, que saltaban, corrían, balaban, festejando a aquel hombre y a aquella señora. 
Al llegar aquí, en el sueño, me eché a llorar. Dije a aquella señora que no entendía todas aquellas cosas. Entonces me puso una mano sobre la cabeza y me dijo: 
- A su debido tiempo lo comprenderás todo. 
Apenas dijo aquellas palabras un ruido me despertó. Todo había desaparecido. 
Yo quedé aturdido. Me parecía que tenía las manos que me dolían por los puñetazos que había dado, que la cara me quemaba por las bofetadas recibidas. Además, aquel personaje, aquella señora, las cosas dichas y las cosas oídas me ocuparon de tal modo la mente, que aquella noche no pude ya recuperar el sueño (Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, texto crítico deANTONIO DA SILVA FERREIRA, LAS Roma 1991).

Don Bosco escribe en las “Memorias del Oratorio” que aquel sueño “quedó profundamente grabado en su mente durante toda su vida”, hasta poder decirnos a nosotros hoy que él vivió para hacer realidad aquel sueño.

Pues bien, lo que nuestro querido Padre tomó como programa de vida haciendo de los jóvenes la razón de su existencia y empleando para ellos todas sus energías hasta su último aliento, es lo que todos nosotros estamos llamados a hacer. 

La anécdota, que esta vez tomo de la historia, ilustra elocuentemente el deseo de don Bosco de ser para los jóvenes un signo de amor que no decaerá nunca. Lo oí contar por primera vez a un hermano de la Inspectoría de Australia, don Lawrie Moate, en un discurso de felicitación con ocasión de una celebración de jubileos de vida salesiana, en Lysterfield el 9 de julio de 2011:

“Y nuestra música sigue”
“Imaginad el patio de la  prisión de una colonia europea del siglo XVII. Es el alba y mientras el sol empieza a llenar de colores dorados el cielo de oriente, sacan a un preso al patio para su ejecución. Se trata de un sacerdote condenado a muerte por haberse opuesto a las crueldades con que se trataba a los indígenas de la colonia. Ahora está de pie contra el muro y contempla a los que forman el pelotón de ejecución, compatriotas suyos. Antes de vendarle los ojos, el oficial al mando le hace la pregunta tradicional sobre un último deseo que satisfacer. La respuesta llega como una sorpresa para todos: el hombre pide tocar por última vez su flauta. A los soldados se les ordena posición de descanso, mientras esperan que el preso toque. Cuando las notas empiezan a llenar el aire silencioso de la mañana, el ambiente de la cárcel queda como inundado por una música que se expande dulce y encantadora llenando de paz aquel lugar marcado cotidianamente por la violencia y la tristeza.  El oficial empieza a preocuparse porque, cuanto más se prolonga la música, tanto más parece absurdo el cometido que le corresponde. Ordena, pues, a los soldados que abran fuego. El sacerdote muere al instante pero, con el estupor de todos los presentes, la música sigue su danza de vida. A despecho de la muerte. 
¿De dónde viene esta dulce música de la vida?
En una Sociedad totalmente empeñada en sofocar el mensaje de Cristo, pienso que nuestra vocación es encontrarnos entre aquellos que siguen haciendo escuchar la música de la vida. En un mundo que está haciendo de todo para que los jóvenes no escuchen la insistente invitación de Cristo a “venir y ver”, es nuestro privilegio haber sido atraídos por Don Bosco y animados a tocar la música del corazón, a testimoniar la trascendencia, a ejercitar la paternidad espiritual, a estimular a los muchachos en una dirección que corresponda a su dignidad y a sus deseos más auténticos.
¡Esta es la danza del Espíritu! ¡Esta es la música de Dios!

Queridos hermanos, hermanas, miembros todos de la  Familia Salesiana, amigos de Don Bosco, jóvenes todos, os deseo a todos un año nuevo 2012 rico en bendiciones de Dios y un renovado esfuerzo para seguir haciendo oír la música, nuestra música, la que llena de sentido la vida de los jóvenes y les hace encontrar la fuente de la alegría.
A todos un abrazo y mi recuerdo ante el Señor.

Roma, 31 de diciembre de 2011

Don Pascual Chávez Villanueva
Rector Mayor