Nos alegramos infinitamente este día. En el que celebramos el amor y amabilidad que Dios ha tenido, en fijarse en la pequeñez de este pueblo tan querido, y enviar desde tierras tan lejanas, Su Espíritu en forma Salesiana.
Rescatado está desde la bruma de la historia, este momento de gloria, en la que hermanos y hermanas juntos, como siempre, inaguraban la historia salesiana, de esta nación predilecta de profundos lagos y apasionados volcanes...
Somos participes y testigos, de una herencia rica y sobrecogedora, al ver como Dios con infinita paciencia de amigo, tejía los hilos de esta historia conmovedora.
Miles de jóvenes, niños y niñas, adultos y ancianos, que enfilarón año tras año por nuestros patios de granito y que ahora levantan su faz como personas dignas y marcadas, no sólo son fruto de la creatividad eterna de Dios, sino también del profundo he insondable misterio de la vocación Salesiana y nuestra respuesta sencilla, humilde y descalza, de decenas de hermanas y hermanos que con loco afán entregaron su vida, salud, energía y amor.
Y que decir Señor de tan grandes bienhechores y bienechoras, que con tinta, sudor y lágrimas han forjado un legado que ahora luce como bello árbol en tu jardín salesiano, de donde Nuestra María Romero es la más bella y perfumada azucena. Hija de este pueblo, con el corazón en llamas y la caridad por sello.
Bendita sea también mamá Elena, quién con lágrimas en los ojos, oró ante el cuerpo ya sin vida de Don Bosco, alcanzando la más sinceras sonrisas en el cielo, de quién con amor desea e intercede.
Pero fue la Mujer del sí, la que alcanza el Auxilio divino, María la Arquitecta del carisma, el estandarte salesiano, rostro materno de la providencia, la que llegó primero a explorar los corazones pinoleros, para alzar en ellos un trono, en donde él que es Todo morara para siempre... y qué decir de su amor y de su ternura, que sin temor a equivocarme, su inmaculada mesura llegó para quedarse.
Gracias infinitas y un grito de amor se alcen de los corazones juveniles y candorosos, por el inmenso amor y titánico compromiso, de no descuidar este eterno paraíso, que tú Padre, Hijo y Espíritu, depositas en nuestras manos.
Auxilianos Padre, para no quedar cortos, en esta suma de los días, que por tu eterno designio nos ha dado como herencia. Y aunque somos débiles y quejumbrosos, tu Espíritu se exalte en nuestra debilidad, no para ser recordados o premiados, sino para seguir cual escalvos amigos, esta tarea que se pronunció desde la eternidad y que nosotros hacemos realidad.
Mira Señor Jesús a estos hermanos que peregrinan, mira a estos jóvenes que hacia ti caminan, para fuerza para construir un futuro y a nosotros hijos de Don Bosco y Madre Mazarello, danos tu amor y tu luz para forjar junto ellos... esa historia que ahora celebramos llenos de gozo.
A ti Padre eterno, Hijo Salvador y Espíritu de amor, nuestras existencias se alzan para darte sólo a ti la gloria, el honor, la majestad, que estamos seguros y profesamos en este momento, Será eterna, sin fin, memorable. y cuando se marque tu retorno glorioso, cuéntanos entre tus servidores para poder encontrarnos con los hacedores de este destello luminoso de la historia. AMEN
Dio lectura al Pregón Centenario
Padre Ricardo Rodríguez SDB